El alma, otra creencia más

Habrá todavía quien se pregunte qué relación puede tener esa cuestión, con los problemas o dificultades de carácter psíquico, queriendo decir con ello que el interrogarse acerca del alma es más bien un tema de ámbito religioso y sociológico, incurriendo de esta forma en el error de parcelar en compartimentos estanco la realidad.

En otras publicaciones ya habíamos contrapuesto el pensamiento de las creencias frente a la racionalidad. De igual forma pudimos comprobar las distintas fases por las que pasó nuestro desarrollo mental a través de su proceso evolutivo, como especie, hasta nuestro estado actual de racionalidad. Cuando, hoy día, un ser humano nace, a medida que crece, va pasando por las distintas fases evolutivas por las que pasó su misma especie y que ahora se concretan en etapas psicológicas, recorriéndolas todas hasta llegar en la adultez a la mencionada racionalidad.

Esto anterior no supone que una persona, al llegar a la mayoría de edad, sea puramente racional. De hecho, la realidad, es más bien lo contrario: las distintas fases del desarrollo mental siguen vivas, activas, hasta el extremo de interferir, como pasa ya en el caso de los trastornos mentales, con los pensamientos de la modalidad mágico-religiosos, o con los de carácter obsesivo-compulsivo: recuerdo el caso de un profesor universitario, catedrático de filosofía, que en una ocasión manifestó ser incapaz de atravesar un cementerio en mitad de la noche.

Sin embargo, en la mayoría de casos, conviven los pensamientos irracionales de las creencias, con la más pura racionalidad, eso sí, a condición de no indagar demasiado en las contradicciones y, llegado el punto, se dice “cambiemos de tema… esto es algo personal…” y a otra cosa. Lo malo de esto, es que dichas incongruencias están afectando al proceso de comprensión de la propia existencia.

Dentro de las ideas irracionales, una que tiene mucho peso y cuya razón de ser proviene de la antigüedad, es la referida al alma: si hoy día se asiste a un acto religioso, como es el entierro de un familiar o un amigo, oiremos en algún momento al celebrante, referirse al alma del difunto. Recuerdo cuando todavía estaba cursando la carrera, allá por el curso 74/75, al profesor de Diagnóstico, Emiliano Herrero, hacer en un momento el comentario “¿pero qué es el alma? ¿en qué consiste?”, para negar su existencia a continuación: ya tuvo valor, teniendo en cuenta que por aquel entonces la Facultad estaba bajo el control del Opus Dei.

Ángel

Como venimos diciendo, la idea de alma proviene ya de la antigüedad, de los filósofos presocráticos, de aproximadamente más de 500 años antes de nuestra era, y si tenemos en cuenta el extremo oriente, todavía bastantes más siglos atrás. También le llamaban “soplo vital”, como si fuese la parte que animase al cuerpo.

Los conocimientos fisiológicos, por aquel entonces, era escasos y por eso, cuando una persona estaba falleciendo, se apoyaban en la experiencia sensible que les mostraba la dificultad respiratoria (el soplo vital), también neuma, tan vital que, cuando daba el último suspiro, interpretaban que su alma acababa de abandonar el cuerpo; cuando la realidad fisiológica explicativa obedecía a que el diafragma intentaba movilizar los pulmones para coger aire, pero ya no lo conseguía, de ahí esa exalación. Pero esto era algo que ignoraban, dando rienda suelta a la imaginación de que ese espíritu vital se estaba elevando como algo etéreo: el final de la fantasía es la que dio lugar a las diferentes creencias filosóficas y religiosas acerca de la vida después de la muerte, y que fueron perdurando hasta nuestros días.

Hay quien dice: “eso es una postura reduccionista, cuando no negacionista”. Sin ir más lejos, baste mencionar a Jung, con sus estudios e investigaciones sobre esas energías psíquicas o espirituales, que demuestran su existencia. Efectivamente, el pensamiento, en sus fases iniciales, estaba tomando conciencia de esa inmensa energía que de repente le invadía, y como no poseía recursos para manejarla, la proyectaba sobre la naturaleza (inventando dioses y espíritus que la gobernaban), a los que después trataba de apaciguar mediante rituales y ceremonias: todo ese mundo psíquico creativo dio lugar a las grandes leyendas de la creación del universo. La idea de alma también comulga de la participación de esa energía, pero las leyendas construidas que dieron lugar a las diferentes creencias religiosas, son tan primitivas e infantiles como las de la creación del mundo.

Esto anterior es una fase originaria, inicial, del pensamiento que ahora ya posee otros recursos más maduros para dominar y hacerse con esa extraordinaria energía, que atraviesa el pensamiento humano, y que requiere un trabajo (decimos realización) por el cual se depura el “Yo”, llegando a destruir el “yo psicológico” (de nuestras diferentes etapas), por falso, hasta llegar a un estado de realización (de totalidad), de iluminación.

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