Nuestros conflictos psicológicos

“El proceso de combatir algo sólo alimenta y fortalece aquello contra lo que luchamos”; Jiddu Krishnamurti.

Retomamos este aforismo porque resume muy bien el proceso de nuestros conflictos psicológicos: algo que forma parte de nuestro ser y que no aceptamos como nuestro porque nos resulta desagradable y, por ello mismo, tratamos de desembarazarnos, de sacárnoslo de encima, precisamente porque no nos gusta la imagen nuestra con “esa” característica, que tildamos de defecto o torpeza; las hay de muchas clases: obsesión por la limpieza, por el orden, ideas compulsivas (impulsos a cometer acciones que no se desean realizar), fobias, etcétera.

Jiddu Krishnamurti
Jiddu Krishnamurti

En todas estas luchas, el proceso es el mismo: una parte (nuestro yo) luchando contra otra parte que se rechaza (que es también nuestro yo). Esto es a lo que hemos denominado,  en otras ocasiones, dualismo; en realidad, no hay dos partes, (como recurso pedagógico, utilizamos esta expresión), pero que se trata de un sujeto sin partes. Sucede que el sujeto se “ve” con eso que no le gusta en su imagen separada, tal que si se estuviese viendo en un espejo.

¿Cómo se produce esto? Este proceso se conoce en psicoanálisis como un recurso defensivo denominado “proyección”. Nuestro aparato mental tiende a proyectar, separar de nuestro cuerpo-imagen todo aquello que no nos gusta, que no está valorado positivamente: entonces creamos una imagen de nosotros/as a la que cargamos con todo aquello que estimamos no aceptable.

Llegados a este punto diréis:  -“Sí, todo eso lo comprendo y parece razonable, pero con saber el curso del proceso no hace que mi problema desaparezca,  sigo condicionado/a por la misma preocupación, por la misma inquietud. Es decir, el conocimiento del síntoma no ayuda en nada a su resolución. Sigo como estaba.”

Dualidad

Para comprenderlo tenemos que ver cómo funciona nuestra mente, qué es, dónde radica nuestra dificultad. Nuestra especie, la humana, no siempre fue tal como la conocemos ahora. Gracias al estudio del proceso evolutivo, sabemos cómo fueron los pormenores de nuestro desarrollo. La evolución de nuestro cerebro y las fases por las que ha ido pasando, son también de sobra conocidas; de tal forma que nuestro pensamiento no es ajeno a esa evolución. Todas las fases por las que ha transcurrido han quedado registradas, de manera que a día de hoy, un sujeto, desde que nace, va recorriendo dichas fases por las que ha evolucionado la especie.

La primera fase de ese desarrollo mental corresponde al pensamiento-conocimiento empírico o de razonamiento práctico, que tiene su base en el funcionamiento de los sentidos, que se apoyan en la realidad práctica: este sería el conocimiento de tipo empírico, basado en la interacción del sujeto con la naturaleza (sujeto-objeto). Este es el conocimiento más simple, primitivo-infantil, y se fija fundamentalmente en formas y volúmenes. Funciona por oposición en cuanto a la formación de conceptos: grande-pequeño, blanco-negro, ruido-silencio, calor-frío, etcétera.

A medida que fue evolucionando, también fue profundizando su curiosidad, no se quedó en los datos externos, ha ido a las “tripas” de los objetos, ya se centra en la constitución, lo que se diría en filosofía “la substancia” (lo que está debajo). Esto anterior desarrolla una nueva modalidad de pensamiento, al que denominaremos sintético, porque trasciende los datos de carácter empírico, obtenidos a través de los sentidos, que poco a poco, sin prescindir de ellos, van dando lugar a un conocimiento de carácter «sintético», basado en la razón pura, que ya va buscando “la esencia” de las cosas: este tipo de pensamiento utiliza una nueva conquista mental: la intuición.

Lo constante: el conocimiento sintético.

Llegamos a la intuición comparativamente (partiendo de casos aislados), por lo que podemos decir que su modo operativo es de carácter sintético: esta última modalidad de pensamiento ya se refiere a “otro orden de realidad”, realidad que no es la mencionada por  “las formas”. Utilizando el ejemplo muy recurrido de la cultura Advaita-Vedanta, un jarrón chino, si lo miramos con esta segunda forma de pensamiento, no deja de ser arcilla (su esencia), lo constante: el conocimiento sintético.

Tú, que estás leyendo estas líneas, intentando buscar una explicación a la formación de conflictos, te preguntarás qué tiene que ver la configuración del pensamiento con tales conflictos. Para entender la relación, vamos a poner un ejemplo basado en el mal funcionamiento de estos pensamientos: pensemos en los EE.UU., en la época de mayores disturbios raciales, el color de la piel se utilizaba como elemento de clasificación-organización social. No se utilizaba el pensamiento más evolucionado, de carácter sintético, basado en la razón pura, que busca la esencia, bajo la piel: si así lo hiciesen, no encontrarían diferencias. Se podrían poner más ejemplos.

Pues bien, el sujeto que está inmerso en el conflicto, puede decirse que está bajo los efectos del uso de la primera forma de pensamiento (primitiva-infantil), porque está atrapado en un funcionamiento de la mente que se basa en la realidad empírica: se apoya en conceptos de relación y, por tanto, dualistas, que se están contradiciendo (qué es el conflicto sino una contradicción): si partimos de una realidad que tiene su fundamento en los sentidos, lo más probable es que nos equivoquemos: sabemos que muchas veces es el mundo de las apariencias, no es la auténtica, la última Realidad.

Esencia

Profundicemos en la contradicción de esos conceptos del conocimiento empírico, con los que pretendemos abarcar la realidad: si dividimos esa realidad de una forma dual, sería lo bueno y lo malo, lo satisfactorio e insatisfactorio, lo bonito y lo feo, lo placentero y displacentero, la alegría y la tristeza, el burro y el listo, el humilde y el orgulloso, el rico y el pobre, el gracioso y el aburrido, etcétera, etcétera. La vida y las experiencias no están divididas en opuestos, más bien es una mezcla de infinitos grados. Si yo no percibiese separadamente ambos polos, si antes bien, los viviese integradamente, tendría una visión totalitaria, tendría la Unidad, la visión que llamamos holística. Curiosamente los niños, cuando son pequeños, la tienen y viene coincidir con lo que en pedagogía se llama la modalidad de pensamiento global, por la que ven todo relacionado, todo vinculado, como una totalidad (religado).

Si yo resuelvo en la unidad esas polaridades anteriores, no dejo experiencias fuera, quedan todas integradas en la Unidad, mi modalidad de pensamiento ya no siente el conflicto porque ya no tiene la tensión de la polarización. Para comprender esto, el pensamiento debe dar un salto, salirse de la estructura polarizada. Esto ya lo dijeron muchos autores, entre ellos Paul Watzlawitz cuando afirmó que para ver la verdad de un axioma había que dar el salto, salirse de esa estructura y verlo desde otra perspectiva. Esto mismo también se dice en el libro “Un curso de milagros”.

Y para no enrevesarlo más, en breve seguiremos avanzando en este asunto. Un saludo.

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