El simbolismo del fútbol

El juego es una actividad muy seria, y por supuesto, necesaria para mantener un equilibrio mental, digamos, para que las tensiones no nos desborden. En realidad, el juego es una actividad que nos acompaña desde la primera infancia hasta la vejez. Antes se creía que la especie humana era la única que poseía actividad lúdica; sin embargo, hoy en día se sabe que muchas otras especies también tienen el juego como parte de sus funciones.

Para comprender bien el juego, en su esencia, hay que verlo como lo que es, una fase evolutiva del desarrollo de la consciencia, esto es, del pensamiento. Desde que nos hemos despegado de nuestros parientes más próximos, los primates, el desarrollo mental ha sido constante, y hoy día, puede verse la historia de ese desarrollo, recurriendo a libros como los de Piaget. En efecto, nuestro pensamiento-consciencia se caracteriza por la integración de todas las estructuras por las que ha ido desarrollándose, de tal forma que al final existe como una recapitulación en la que están presentes las fases arcaica, mágica y mítica, de tal manera que en el funcionamiento actual de la consciencia, están presentes y operativas las fases precedentes.

El juego pertenece a aquella fase inicial en la que se está constituyendo el simbolismo por el cual una cosa, un objeto, en función del parecido que se le encuentra con otra de la naturaleza, pasa a representarlo con la intención de controlar y manejar los fenómenos naturales conforme a los deseos personales: aquí está el origen del lenguaje como ejemplo más claro de la representación de una cosa por otra.

Si queremos entender los juegos infantiles, deberemos tener presente esta característica anterior, por la cual, una cosa está representando otra. Para ello, antes de centrarnos en el fútbol, vamos a verlo en varios juegos infantiles. Por ejemplo, en las canicas. Cuando yo era chaval, el contacto con la tierra era más factible, no como ahora, que el asfalto, el empedrado y el caucho en parques infantiles lo invaden todo. Para jugar a las canicas se invitaba diciendo: “juego a las bolas, cola de veras”. ¿Qué quería decir esto?: en primer lugar tenemos que saber en qué consiste el juego. Los participantes tiraban su canica, tratando de introducirla en el hoyo. En caso de no conseguirlo, comenzaría la partida el jugador que más se haya aproximado, con la ventaja de poder eliminar a sus rivales. Para lograrlo, los pasos a seguir eran los siguientes: conseguir, desde donde había quedado la bola, introducirla en el hoyo, y desde el mismo, pegarle a la bola del rival más próximo. A continuación, desde el punto en el que se encuentran, deben volver al hoyo. De alcanzar este objetivo, el rival implicado queda eliminado. Nos falta por explicar la expresión de “cola de veras”. Cola se refiere a tirar en último lugar, lo que tiene ventajas estratégicas.

Niños jugando a las canicas.
Niños jugando a las canicas.

Ahora quedaría interpretar el simbolismo que se esconde en este juego y que está representando otra actividad o función de la naturaleza, como es la competitividad de los diferentes machos por la posesión de la hembra representada en este caso por el hoyo. Ni que decir tiene, que el pago de la canica por parte de los perdedores al ganador, representa la castración.

Veamos el caso del fútbol. Está haciendo igualmente referencia a la reproducción sexual; siempre que se trate de introducir algo en una oquedad, está haciendo alusión a la posesión sexual. Cuando los espectadores asisten a un campo de fútbol para disfrutar de un partido, en realidad van a ver un coito, en el que unos están identificados con un equipo, y otros con el rival, en donde el campo representa la cama, y de lo que se trata, es de “ver si soy el que penetra o soy el penetrado”, aspecto que está representado por las porterías: muchos espectadores, a medida que se aproximan al campo, son conscientes de la ansiedad que sienten, no siendo raros los amagos de infarto que se producen de igual forma que las caídas y los desplomes inconscientes de algunos jugadores.

Estadio Beira-Rio
Estadio Beira-Rio

Todas estas fantasías sexuales se encuadran dentro de lo que denominamos como “el complejo de Edipo”, y que su superación o no, determina la evolución de la libido sexual hacia lo que podemos llamar equilibrio o normalidad o, por el contrario, quedará supeditado a unos rasgos neuróticos.

Lo que llama la atención de la gente es “la pareja de opuestos, penetrar o ser penetrado”: esto tiene su explicación. Los estadios pregenitales están llenos de fantasías en las que se utiliza el órgano genital masculino como arma de agresión o ataque; esto se corrobora en los casos de niñas o niños, que descubren a sus padres y madres en el momento del acto sexual: en todos los casos, interpretan la escena como de agresión. Pero ello no es exclusivo de la especie humana, por ejemplo, en el caso de los perros, cuando dos se enfrentan para hacerse con el estatus de macho alfa y uno de ellos se ve claramente derrotado, la postura que adopta es la de recostarse sobre el lomo con las patas hacia arriba, en señal de sumisión, no solo, sino como defensa para evitar la penetración.

Los seres humanos también tenemos estas fantasías, y como recurso defensivo instintivo, aparece el sentarse en el suelo. Recuerdo una anécdota de la mili, en la que pocos días después de haberse incorporado el reemplazo de octubre, y a la noche, cuando ya estábamos casi todos acostados, el cabo Furriel, gastando una broma, comenzó a quitarse la ropa hasta quedar completamente desnudo, empezó a mirar a los reclutas, y se fijó en uno de la tercera litera. Se encaramó hasta llegar a su vera, quien, con una sonrisa nerviosa y forzada le espetó: “bueno vale, ya está, para…”, y en el momento en el que Furriel le echó la mano a un brazo, lo primero que hizo el recluta fue sentarse en el colchón, de un modo instintivo, y se acabó la broma. Al día siguiente, Furriel comentaría el hecho de que al echarle la mano al brazo, comprobó que estaba temblando. Pues bien, esta misma conducta la podemos comprobar en los porteros de fútbol, que es el caso más exagerado de posición defensiva, sumisa, en la que la portería es su trasero. Una jugada típica, la más angustiante para un portero, es cuando el delantero, tras regatear y dejar atrás a los defensas, encara la meta y a su cancerbero. Ante esta situación, la mayoría de los porteros, reflejan la actitud de temor y angustia en la sumisión, llevando el culo al suelo, de tal forma que el delantero no tiene más que picar un poco la pelota, para meterla por encima del portero.

Por David Ramos/Getty Images.
Por David Ramos/Getty Images.

Veamos ahora estas modalidades psicológicas, ofensivas o defensivas, cómo determinan la posición de los jugadores en el campo, partiendo de la premisa “o penetrar o defenderse para no ser penetrado”. Esto va a condicionar la preferencia por la defensa o por la delantera a la hora de jugar.

Ya para rematar, por si todavía duda alguien de este significado del fútbol, obsérvese el lenguaje verbal para referirse a introducir el balón en la portería: todos dicen “meterla”. Por último, el lenguaje de los gestos (comunicación no verbal): cuando un jugador-delantero falla una clara ocasión de gol, ¿con qué gesto acompaña su entrenador la acción del jugador?: con un impulso pélvico de penetración hacia adelante.

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