Esta misma idea se puede expresar de otro modo, como hizo Agripino en tiempos de Nerón cuando dijo: «Jamás seré un obstáculo para mí mismo.«
Esta es la clave de la Psicoterapia: conseguir que el sujeto cambie el punto de mira para que, en lugar de enfocarlo hacia otras personas y convertirlas en culpables de su situación, revertir el enfoque hacia dentro de sí, para ver nuestras reacciones. Este proceso de mirar hacia otros y culparlos de nuestra situación es lo que se conoce en la jerga terapéutica como «proyección«, achacamos a otros la causa de nuestros estados.
Pero primero, volvamos el punto de mira hacia nuestro interior, para focalizar «ese enemigo«, que se opone a nuestra felicidad y desarrollo. Analicemos aquella frase.
El referido dicho nos manifiesta que nuestro pensamiento funciona de modo dual, para hacer la comparación. Esto ya lo decía Krishnamurti cuando hablaba de «el observador y lo observado.» También lo podemos apreciar en el lenguaje, que es la estructura del pensamiento: bueno vs. malo, feliz vs. desgraciado, alegre vs. triste, etcétera.
Esta organización y estructuración dualística del pensamiento procede de la más tierna infancia, desde los orígenes del lenguaje, y la educación recurre a ella, inconscientemente, para reconducirnos.
En esos momentos ya empieza a trabajar «nuestro enemigo», para esclavizarnos. La primera fase es la del Jardín del Edén, en la que la niña y el niño aceptan las cosas tal y como suceden a su alrededor, habiendo una comunión con la naturaleza de la que no se cuestiona nada, pues todo está bien como está. Se pasa después a la fase siguiente, en donde aparece el «yo«, con su voluntad, con sus deseos, queriendo que las cosas se amolden a nuestros anhelos: esto lo copia de la cultura de nuestros adultos. Si no vuelves al Edén, no entras en el reino de los cielos.
A partir de ahí ya está creada la imagen de la dualidad, el «yo» con sus deseos, anhelos, temores, etcétera, con los que constantemente me voy a comparar y determinar si estoy satisfecho/a o no, conforme o no; ahí está el/la enemigo/a. Y claro, como nunca voy a estar satisfecha/o porque la imagen me obliga a ello, «uno/a tiene que superarse a sí mismo/a», lo llaman «la cultura del esfuerzo». Si no se hiciese demasiado extenso el post, iríamos viendo las contradicciones que suponen este enemigo en los distintos ámbitos de la actividad humana; así que los desgranaremos en futuros escritos.
Ahora, solamente unas ideas para aquellos que creen que estas son unas «teorías psicológicas» más para añadir al montón, y que utiliza un profesional porque algo tiene que vender para vivir. Veamos.
Cuando se dice que hay que volver al Jardín del Edén, lo que supone aceptar las cosas como están, de conformidad con la naturaleza, es para no incurrir en el error de crear una imagen de una/o misma/o que en realidad «no existe«. Esto anterior no quiere decir que una/o acepte la organización irracional de las sociedades humanas: la existencia de las diferentes religiones ya demuestran su falsedad; la avaricia desmedida reflejada en la bochornosa lista de las «fortunas» más grandes (Lista Forbes); la vergonzosa ambición reflejada en las especulaciones llevadas a cabo en el mercadeo con las vacunas del Covid-19, mientras mueren miles de seres humanos, algo semejante a las mafias que se aprovechan de las calamidades de los africanos que desean atravesar el estrecho para llegar al continente europeo, y lo mismo que las mafias mexicanas con los migrantes americanos.
Una/o sólo es responsable de su interior (que ya no es poco), de su discernimiento, de su razón, y si somos capaces de su constante buen funcionamiento, lo que supone una percepción alerta, estaremos seguras/os de conducirnos y obrar conforme a la naturaleza. Una/o no es responsable de toda esa desorganización. Cómo no va a desarrollarse equivocadamente el pensamiento de la infancia, con la irracionalidad que tiene de ejemplo.
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