Esto no es un ataque contra las religiones por más que se diga que las mismas se basan en creencias y éstas, ya se sabe, se creen o no se creen. Por esta razón, la mayor parte de las religiones más influyentes tienen en sus pilares fundamentales el de la fe: esto es, una adhesión inquebrantable a sus principios y normas, aunque no se puedan demostrar. Estos cuestionamientos de la fe en sus dogmas dieron lugar, dentro de las propias organizaciones religiosas, a serios cismas irreconcialiables, lo que sin duda contribuye a cuestionarse una respuesta afirmativa a la pregunta inicial.
¿Por qué las creencias religiosas no nos libran de los sufrimientos y conflictos mentales?
Un sujeto -se dice-, para orientarse y conducirse en la vida, necesita unos principios firmes y verdaderos. Para ello, cada individuo recurre a la religión en la que fue adoctrinado para ver cómo debe comportarse en cualquier situación conforme a las normas, preceptos y mandamientos prescritos para su profesión de fe. Esto se ve sobre todo cuando alguna enfermedad grave -digamos un cáncer- ronda la familia. Llegados a este punto, uno se agarra a lo que sea: los más allegados a la parroquia, contactarán con los ministros religiosos que le dirán más o menos “estamos en las manos de Dios, sólo nos queda pedirle ayuda con fe, y si quiere… ofrecer un sacrificio o lo que usted vea”.