Si alguien tiene el atrevimiento de preguntar a una mujer por el motivo o razón de pintarse los labios, probablemente no obtendría una respuesta que le diese una explicación más allá de sentirse atractiva, favorecida o más segura de sí misma. Y si para satisfacer su curiosidad la invita a indagar preguntándole por qué cree o en qué se basa para pensar que así está más atractiva, de seguro recibirá una respuesta semejante a una buena sacudida.