- Si uno mantiene la observación de un modo constante, o, si se prefiere, la percepción alerta, no se le da cabida al movimiento del pasado en forma de imágenes, esto es, al pensamiento.
- Observación constante (percepción alerta) y pensamiento son antagónicos: si está operando uno, no puede hacerlo el otro. En el momento en que dejo de estar en el aquí y ahora, ya entra en funcionamiento el pensamiento con sus imágenes y fantasías de las cuales pocas veces nos damos cuenta.
- Muchos van al lejano oriente a contactar con un maestro espiritual que le ayude a entrar en meditación, esto es, controlar la actividad mental, controlar el pensamiento para que no divague. Dicen: “Quiero llegar a controlar mis pensamientos.” Esa entidad que manifiesta ese deseo, ¿es, acaso, diferente de lo que desea controlar? ¿Está separada, como si tuviese existencia aparte de eso que son los pensamientos que desea tener bajo su supervisión?
- Cuando yo pienso, en mi soberbia, que tengo existencia propia e independiente de ese pensamiento, al que tengo a mi servicio (por eso digo “yo pienso como me da la gana”), es cuando creo resistencia contra los propios pensamientos: si un cristiano se va a confesar, atormentado, de tener malos pensamientos, el confesor se lo confirmará y le aconsejará “debes luchar contra ellos, hijo mío, que no te venzan.” Otro sujeto tendrá mucha envidia y, también, como piensa que es diferente de ella, intentará deshacerse de esta inútilmente.
- Ese pensador, ese observador (el yo), que cree tener vida independiente y separada de los pensamientos, como pueden ser la inseguridad, el temor, el sentimiento de inferioridad, la angustia, etcétera, contra los que luchará para tratar de eliminar. Por eso, Freud dirá que ese yo es básicamente inconsciente.

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