Vamos a comenzar este artículo haciendo referencia a un pasaje de la infancia, de cuando tenía siete u ocho años, porque me impactó sobremanera por ser la primera vez que pude tomar contacto con el poder del pensamiento, de las ideas.
Aunque me crié en la capital, como era nieto de una maestra de escuela, me pasaba largas temporadas en el pueblo, no sólo en verano, incluso recuerdo haber asistido a la escuela. Ello me permitió tomar contacto con la naturaleza y compartir la curiosidad infantil de los compañeros.
Estando en la casa de mi tío, a donde iba con frecuencia, pude apreciar cómo los pájaros entraban por una ventana de la galería para comer los granos de las mazorcas allí depositadas para su secado al sol. Decidí entonces cazar alguno para criarlo en una jaula, una vez que la construyese a base de tablillas y malla metálica. El paso siguiente era cazarlos. Vigilaba por la cerradura de la puerta de acceso a la galería y cuando había bastantes, entraba súbitamente en la galería cerrando a continuación puerta y ventana para que no escapasen. Cuando ya tenía uno, lo introducía en la jaula con comida y agua.
Al día siguiente, al levantarme, lo primero que hice fue ir a ver a mi amigo, pero sorpresa, estaba acostado con las patas hacia arriba, pero no durmiendo, muerto. Lo intenté de nuevo con otro con igual resultado y aún hubo una tercera vez que confirmó la misma tragedia. Fue mi tío quien me dio la explicación: “los gorriones no son de verse encerrados, dijo, y acaban muriendo de pena.” Ya no lo intenté más veces, pero me impactó la respuesta, cómo una idea, o vivencia bloquea un cuerpo, para un corazón de un organismo donde todo estaba sano, acabando con la vida. Hasta aquí la historia.
El patrón del modelo científico basado en la experimentación y comprobación, junto con el binomio causa-efecto deja de lado la parte espiritual-mental como si no formase parte del organismo: la función crea el órgano, se decía en biología, pero se nos olvida que la vida mental es una de las funciones del cerebro. Decía Joseph Campbell: “Cada vez estoy más convencido de que el estudio de la mitología es, en cierto modo, el estudio de la biología, porque las energías que producen los sueños son las energías de nuestros órganos hablando con nosotros, y los mitos proceden de ellas. Cuando nos vamos a dormir y soñamos, los sueños son nuestros pequeños mitos privados.” (Mito y sentido).
Para rematar dos casos prácticos en los que se ven esas consecuencias negativas de no tener en cuenta la comunicación de esas fuerzas psíquicas.
Una mujer tiene varios hijos, todos ellos varones, y ante la llegada de cada uno de ellos albergaba la esperanza de que fuese una mujer para que le echase una mano en las tareas de la casa y como no daba llegado optó por adoptar el modelo educativo planificado para la niña, pero en este caso para el último hijo, encomendándole muchas de las tareas, entonces consideradas femeninas, según el patrón social de aquellos años. Esto creó una interacción-vinculación con la madre muy fuerte, hasta darle un sentido a su vida de vivir por y para su madre. Mientras vivió su madre, su razón de existir estaba justificada, llevar la casa y cuidar de la madre, librando a los hermanos de la responsabilidad de mirar por la madre. Por supuesto no se casó. El problema aparece en el momento en que muere la madre. Los hermanos tienen cada uno su familia pero él no, se rompe el vínculo de la energía vital que da sentido a su vida y la sostiene. Conclusión, poco tiempo después del fallecimiento de su madre va el hijo detrás con poco más de cincuenta años. Los médicos se ocupan del cuerpo y acaban sentenciando la causa, llámese cáncer o como gusten, pero en esa parte mental no pensaron, no es su especialidad.
Otro caso, en esta ocasión es una mujer, igualmente con un fuerte vínculo con la madre, con la que está muy enmadrada, valga la redundancia, y por contra, la relación con el padre está caracterizada por un complejo de Edipo muy fuerte, del que se defendía rechazando todo parentesco con él hasta el extremo de nunca jamás llamarle con la tierna expresión afectiva infantil de “PAPÁ”, tal era de grande el sentimiento de culpabilidad que le producía por las fantasías sexuales inconscientes asociadas, hecho éste que se extendió a todos los hombres, razón por la cual jamás tuvo relación alguna.
Primero se produjo la muerte de padre, pero como la vinculación era con su madre, la sobrellevó bien hasta que se produjo la muerte de la madre, momento en que se quedó desamparada. La razón de existir se vino abajo, desapareció; ese impulso vital se apagó y poco tiempo después de enterrar a la madre cerró sus ojos para siempre con sesenta años.
Tengamos siempre presentes los pensamientos e ideas que produce nuestro cerebro, que nos están dando un mensaje, si queremos tener una salud integral.

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